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septiembre 22, 2023
El riñón es un superórgano del organismo gatuno. Es un sofisticado colador que filtra la sangre, eliminando sustancias de desecho como la urea o la creatinina y equilibrando el contenido en agua y minerales esenciales para un funcionamiento óptimo de todo el cuerpo. Por si esto fuera poco, los riñones también mantienen la presión arterial y estimulan a la médula ósea para la fabricación de glóbulos rojos.
El principal problema de los riñones es que sus células no se regeneran, por lo que cuando empiezan a mostrar defectos en sus tejidos no hay forma de recuperarlos. Es por eso que suelen ser un indicador de edad avanzada en gatos, ya que cuando estos llegan a la vejez suelen ser los primeros en dar la voz de alarma.
Esto es lo que se denomina fallo renal crónico y es una enfermedad bastante generalizada en gatos, afectando a uno de cada tres gatos mayores de 10 años y a más de la mitad de los mayores de 15.
La edad no es el único factor que influye en el funcionamiento de los riñones, podemos encontrar patologías renales en cualquier etapa del ciclo de la vida de un gato. Hay enfermedades con un claro origen genético, como los quistes renales, y crisis agudas ocasionadas por la ingestión de algunas plantas u otras sustancias tóxicas.
Hay determinadas infecciones que generan problemas renales, tanto crónicos como agudos, y también podemos encontrar fallos renales en gatos ocasionados por algún traumatismo o incluso por una deshidratación severa.
Los síntomas de un fallo renal suelen ser pérdida de apetito y, por tanto, de peso, apatía, cambios en el carácter y en sus hábitos, trastornos del funcionamiento digestivo, como diarrea o estreñimiento. A veces, se observa un aumento en la cantidad de agua que beben y, por tanto, en las veces que orinan.
Cuando el fallo renal en gatos es crónico, los síntomas tardan un tiempo en aparecer, por lo que, a medida que tu peludo va envejeciendo, la mejor medida preventiva es mantener una dieta equilibrada baja en fósforo y sal, como es la vegana, incluyendo comida húmeda y poniendo a su disposición abundante agua fresca, para mantener una hidratación óptima, además de visitar regularmente a tu veterinario.
En cuanto al tratamiento, este suele ser sintomático, es decir, orientado a aliviar los síntomas y no tanto las causas. Además de medicación específica, que debe prescribir el veterinario en los casos que se necesite, el tratamiento más efectivo es una dieta baja en fósforos y proteínas, para minimizar la carga de trabajo en los riñones, y rica en ácidos grasos omega 3, junto con una hidratación adecuada, manteniendo agua fresca siempre disponible.
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